Por: Mostro Vacci
Photos by: Airubon | Dreamstime.com
Ayer tuve una conversación interesante. Me dice un amigo que quiere ayudar a personas a enfrentar sus problemas, sobre todo a esas que tienen tendencias a lastimarse. Se me hizo una idea noble y un proyecto interesante, definitivamente algo que me interesaría. A veces ayudar a otras personas te da una sensación inmensa de satisfacción. Incluso te ayuda a agarrar un poco de perspectiva sobre tus propios problemas y dramas.
Lo curioso es que a la gente parece olvidársele el hecho de que para poder llegar a ese punto, necesitas primero que nada arreglar tus propios problemas mentales y emocionales. Para poder ayudar a otras personas a enfrentar a sus demonios, primero uno necesita haber enfrentado a los propios. No puedes preocuparte por el patio de otras personas si el tuyo es un desastre, seamos honestos.
Algo interesante es que las personas creen que lo que hago es sencillo: solo me siento en una silla y me la paso preguntando “¿Cómo te hace sentir eso?” una y otra vez hasta que la persona se siente mejor, ¡claro! Todo es súper fácil cuando no lo estas haciendo. Literalmente la gente me ha dicho que ser psicólogo no es tan difícil, solo es cuestión de sentarte y escuchar, que cualquiera lo puede hacer. Se les olvida el hecho de que tengo un entrenamiento universitario, un título y una cédula profesional que avala mi entrenamiento y que tuve que estudiar varios años para poder ganármelos.
Otra cosa que se les escapa a sus mentes es que tengo más de diez años en la práctica profesional, tratando con personas con tendencias suicidas con éxito. Esa experiencia no es en vano, ¿que cualquiera puede hacer mi trabajo? ¡Ja! Los reto a que lo intenten. No cualquiera sabe navegar en los oscuros rincones de la mente humana con tanta fluidez y comodidad. Para eso tuve que enfrentar a mis propios demonios y vencerlos. Es un proceso de aprendizaje constante el estar evolucionando y madurando en el camino hacia soltar el pasado y poder vivir el presente. Día a día vivo y aprendo. Noche con noche analizo mi vida y hago ajustes para seguir trabajando en mi felicidad propia.
Por eso es que estoy calificado para ayudar a otras personas: porque soy un ser humano y admito que lo soy y que tengo que trabajar constantemente en mejorar y seguir enfrentando mis propios miedos e inseguridades para estar listo para cuando alguien se me acerque para pedir ayuda. No es cuestión de sentirse superior, sino de saber cómo maniobrar con las situaciones difíciles para salir victoriosos. Es pode conectarte con el dolor de otra persona y poder decirle con toda seguridad que van a estar bien, que tú ya pasaste por tu propio dolor y que lo has sobrevivido.
No es fácil ver a una persona en el borde del abismo y traerla de nuevo a un lugar seguro. La inseguridad y los miedos son mañosos y siempre nos quien convencer de que no somos suficiente, nos dicen constantemente que nadie nunca nos va a amar, que somos feos, que no somos capaces, que no lo vamos a lograr, que estamos solos, que no le importamos a nadie, un sinfín de afirmaciones, generalmente falsas que entran en nuestra cabeza y nos causan dolor. En esos casos, me toca ser el ancla que ayuda a la gente a querer quedarse en tierra en vez de tomar ese paso al vacío. Son mis palabras y mi sabiduría las que ayudan a esa persona a sentirse escuchada, comprendida y no juzgada. Son mis conocimientos los que sirven para que esa persona saque todo el veneno que trae dentro y al fin respire. Ellos hacen todo el trabajo, yo solo les muestro el camino. Para eso ocupan mucho valor y tenacidad.
Es lo que le dije a mi amigo: que para poder hacerlo primero necesita arreglar sus propias cosas. El ayudar a alguien te puede hacer olvidar tus penas por un momento y te hacen sentir mejor, pero al final de cuentas no puedes escapar de tus demonios porque habitan dentro de ti. Tarde o temprano hay que enfrentarlos, ya que puede ser peligroso que los tuyos se unan a los de otras personas. Eso puede causar más daño que ayudar.
No creo que mi respuesta le haya complacido mucho, pero es la verdad. Lo mismo me han dicho de dar clases, que es lo más fácil del mundo, sin embargo no cualquiera lo puede hacer, hay gente que no aguanta las exigencias de estar frente a un grupo, no cualquiera tiene el carácter para poder controlar a un grupo de 50 alumnos que sólo andan buscando la manera de interrumpir tu clase.
Hasta para hacer una canasta necesitas tener habilidades. No cualquiera tiene la paciencia para aprender semejante arte y hacerlo una y otra vez hasta perfeccionar la forma de hacerlo. Necesitas paciencia, práctica y perseverancia porque las primeras canastas que hagas seguramente van a parecer los restos de una masacre de canastas después de un tornado particularmente brutal.
Se me hace bonito que la gente quiera ayudar, de perdida hay esperanzas en el mundo de que unos aún piensan en otros antes que en sí mismos, sólo hay que tener cuidado de estar haciendo las cosas bien para que las intenciones que tenemos coincidan con los resultados. Recordemos que si no sabemos hacer la canasta, no podemos enseñarle a otros a hacer la suya. Tenemos que ser congruentes con lo que decimos, ya que esa filosofía de “haz lo que digo no lo que hago” es algo que no va. Es como si yo diera clases de cómo ser papá y ni hijos tengo, simplemente no tiene sentido.
Por eso le dije a mi amigo que me agrada su proyecto y que tiene potencial, sólo que primero trabaje en él para poder después ayudar a otros. Así podrá llegar muy lejos con sus metas de mejorar las cosas y con gusto me uno a su proyecto.
Y ustedes, hermanos, hermanas, ¿qué opinan? Compartan… si se atreven…
Saludos afectuosos.
Mostro.