Por: Mostro Vacci
Photo: Ruediger Baun | Dreamstime.com
Los humanos somos muy curiosos. Muchas veces tenemos una idea muy particular de vernos que no tiene nada qué ver con lo que la gente que nos rodea ve., ¿a poco no les ha pasado que dicen algo que en su cabeza les sonó como lo más chistoso y cuando lo dicen, al ver las caras horrorizadas de los demás descubren que dijeron una bestialidad tan enorme que amenaza con aplastarlos? A mí sí me ha pasado, y muchas más veces de las que me gustaría admitir.
Resulta que muchas veces el desconecte entre cerebro y boca se da por la falta de empatía, por la sobra de egocentrismo o simplemente por simple falta de autoconciencia. Uno siente que es de cierta manera y resulta que luego descubre que la gente piensa algo completamente diferente. El problema se presenta cuando ambas realidades se encuentran porque es entonces cuando el impacto puede ser cataclismico para la persona que recién está descubriendo que las cosas no son como uno creía.
Quizá en esos casos, sería mejor vivir sumergido en la ignorancia, ya que cuando uno llega a esas realizaciones, puede ser algo muy doloroso. Y curiosamente pasa con casi cualquier situación, incluso uno sube de peso y no se da cuenta hasta que ya es demasiado tarde que toda su ropa ha encogido. Es horrible. El hada de la ropa es muy, pero muy traviesa y honestamente me cae mal porque me obliga a comprar ropa cada vez más grande de forma constante.
Es como esa señora que se sube al transporte todos los días. Es mandona, se la pasa hablando a gritos con la gente, es la clásica que contesta el celular en el altavoz y en voz alta para que todos escuchen sus asuntos, estoy seguro que se siente la persona más amada del taxi completo, pero por los comentarios que he escuchado de la gente, es bastante detestable. Creo que no le ayuda que llega esparciendo bendiciones, pero aprovecha cualquier oportunidad que tiene para pelear con la gente o insultar a los conductores si no se mueven lo suficientemente rápido para su gusto. En lo personal, me da muy mala espina como toda esa gente que trata de esconder un mal corazón tras la religión de los dientes para afuera.
O el tipo chistoso que se siente el alma de la fiesta. Llega, se bebe todo lo que se le atraviesa, se pone hasta las trancas de borracho y termina haciendo el ridículo, peleándose con la gente, arrastrándose de borracho, orinándose encima o vomitando la casa donde anda mientras sus amigos lo tienen que andar cuidando para que no se salga a la calle y que no lo vayan a atropellar. Pero eso sí, al día siguiente él cuenta lo maravillosa que estuvo la fiesta y que se la pasó de maravilla mientras niega que hizo algo mal cuando le cuentas las idioteces que estaba haciendo porque no se acuerda de nada que no le conviene.
Es la persona que va fumando por la calle y que se jacta de que son sus pulmones los que se secan con los cigarros que se echa, pero yo soy el que va caminando detrás recibiendo todo el humo que suelta y mis pulmones, al parecer, se secan más rápido que los de él porque el tabaco de segunda mano resulta que es peor. Y lo más horrible de todo es llegar a donde sea que vaya y que me pregunten si he estado fumando porque resulta que mi ropa se me apestó toda porque alguien no puede andar en la calle sin estar fumando, ¡Es la cúspide de lo desconsiderado!
Creo que todos comentemos el pecado de vendernos una imagen mucho más bonita de lo que en realidad es a nosotros mismos. Nos gustaría pensar que somos seres magníficos que todo el mundo adora, y sin embargo, no podemos ser tan perfectos. No es posible que el mundo nos adore al cien por ciento porque somos seres humanos y nuestras características definitivamente no son del gusto de todos los que nos conocen.
¿Cuántas veces no me he topado con gente que me detesta solo por ser yo mismo? Y no necesariamente quiere decir que sea particularmente desagradable como antes pensaba, (sobre todo cuando me la pasaba desvelándome preguntándome por qué no le caía bien a tal o cuál persona), sino que mi humor no es lo que les agrada, mi voz les molesta, mi personalidad les asusta o simplemente no les caigo bien por alguna razón. No importa. Yo me caigo bien y es todo lo que importa. Tampoco podemos estar modificando nuestra esencia solo para complacer a otros. Total. Nunca están satisfechos.
Hagamos un análisis profundo de quienes somos y enfoquemos nuestras atenciones en ser la mejor versión de ello. Seamos buenas personas, no lo que creemos que la gente quiere que seamos. Eso es falso y lo falso se nota y es lo más desagradable del mundo. No hay nada como la autenticidad en una persona. Quien lo aprecie, nos amará y quien no, pues que le vaya bonito. Hay cosas más interesantes qué hacer que estarnos preocupando por interpretar pensamientos ajenos.
Y no hay qué mentirnos a nosotros mismos. Seamos humanos y aceptemos nuestros errores. No tiene nada de malo. Al contrario, así es como mejor aprende uno porque nos da la oportunidad de crecer y eitar ser las personas que más detestamos.
Hay cosasa en la vida que no se pueden esconder; el dinero, el amor y la estupidez.
Y ustedes, darlings, ¿qué opinan? Compartan… si se atreven…
Saludos afectuosos.
Mostro.