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Verdades Que Duelen

Alán está un poco más delgado que el mes pasado, ha perdido siete libras y a pesar de ser un hombre alto, su cara, su cuello y sus hombros reflejan muchísimo el peso que ahora tiene de menos. Su piel luce un color amarillento y hasta el color de su cabello pareciera de un color más claro, ha tenido que reusar los lentes de los cuales orgulloso decía había podido prescindir al mejorar su vista un par de años atrás. Lo extraño es que las líneas de expresión de su cara se han atenuado. Pareciera que tuviera unos años menos de edad. Cualquiera que lo conociera de antes –sin necesidad de ser un médico profesionista- sabría que está padeciendo alguna enfermedad provocada por un virus, una bacteria o algo parecido. Pero en realidad, no es su cuerpo el que se encuentra mal, sino su alma la que se siente terriblemente agotada, se ha cansado de luchar contra su sentimiento de amargura, ahora que el hombre que era su pareja desde tres años atrás, lo ha abandonado, lo dejó pero no sin antes haberle hecho una confesión que terminó de destruir lo aun bueno que tenía en él.

34925141Cuando Alán y Noé se conocieron, no fue otra cosa sino la pasión que ambos sentían uno por el otro lo que los unió a modo tal que a la tercera semana de tener sexo decidieron vivir juntos. Ambos ya no eran unos jovencitos, casi cumplían 30 años, así que no les fue difícil tomar la decisión; más bien lo complicado para ambos fue tratar de hacer embonar sus personalidades y sus respectivas formas de ser; siempre había alguien que debería ceder o en un aspecto o en otro, para poder mantener una saludable relación. Una decisión que acordaron desde el principio y quizá sería extraño para cualquier pareja que vivan juntos, es que cada uno tendría su propia recámara para poder respetar sus propios espacios. Porque mientras que Alán era feliz durmiendo hasta tarde leyendo sus libros favoritos, Noé prefería dormirse desde temprano rodeado de plantas por todos lados. Pero a la hora del sexo no les importaba cual fuera el lugar para practicarlo mientras ambos tuvieran el deseo y la energía para ello. Aunque para evitar malos entendidos sus días de sexo estaban agendados los sábados por la noche y los jueves también. Y así eran felices.

Alán siempre por su personalidad ha preferido mantenerse lejos de los lugares llenos de ruido y personas. Mientras que Noé con la aprobación de su pareja adoraba meterse en antros para bailar, beber y ver gente nueva. Alán siempre leyendo sus novelas. Noé siempre metido en el internet chateando con sabe Dios qué gente. Alán trabajando en atención al cliente de una compañía de celulares, mientras que Noé era un mesero de un restaurante donde sirven comida italiana. Era Noé quien se encargaba de la administración de toda la casa y Alán se hacía cargo de mantener el departamento limpio y ordenado. Ambos compartían los gastos de la casa por partes iguales. Juntos gustaban de ir al super para hacer las compras que hacía falta en la despensa. Disfrutaban de salir a cenar juntos después de ver una buena película. También adoraban ir juntos al mall para ver tiendas y comprarse cualquier novedad que llamara su atención. Hacían una bonita pareja y funcionaban perfectamente como un equipo bastante bien integrado. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. Ni las cosas son siempre lo que parecen.

Ya habían cumplido su tercer aniversario como pareja dándose unos espléndidos regalos uno al otro. Con dicho tiempo era más que seguro que sabrían escoger la mejor opción para sorprenderse el uno al otro, conocían a la perfección sus gustos. Pero semanas después Noé decide hablar con Alán cuando ya las maletas estaban listas en la cajuela del carro de un chico joven que esperaba abajo del edificio donde estaba su departamento. Al escuchar Alán que su pareja lo dejaba: por un momento pensó que se trataba de una broma, pero al darse cuenta de la seriedad del asunto, solamente atinaba a preguntar el por qué renunciaba a su vida estable y armoniosa en la cual habían vivido tan felices y tan a gusto durante los últimos años. A lo que Noé no hallaba que responder, se hizo un largo silencio entre ambos, hasta que por fin en un acto de fría honestidad, le confesó que desde meses atrás no sentía mayor deseo por él. Alán quiso saber más y obligó a Noé que le diera mayor explicación. Por lo que Noé apurado por irse no solamente del departamento sino también para desaparecer de su vida le dijo tajantemente: “nunca me he llenado con lo tuyo”. Cerró la puerta y se marchó para nunca volver.

Por Gabriel Aranda