Durante la 20.a conferencia sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas (conferencia CROI 2013, Atlanta GA. Marzo 2013), el tema de conversación más importante fue sobre la niña que contrajo el VIH al nacer y se curó. La mamá de la niña, infectada con el virus del VIH, no recibió tratamiento para el VIH durante su embarazo. Cuando llegó al hospital con 35 semanas de embarazo, ya era demasiado tarde para administrarle a la mamá la medicina antirretroviral para proteger a su bebé.
Dos exámenes de sangre que se le hicieron a la bebé a las 30 horas de su nacimiento confirmaron la presencia de la infección, por lo que se comenzó un tratamiento para el VIH con el objetivo de continuarlo de por vida para evitar complicaciones de SIDA.
La suerte de la bebé pareció empeorar a los 18 meses cuando la persona que la cuidaba dejó de darle el tratamiento para el VIH. Cuando por fin los doctores pudieron ver a la bebé nuevamente, ya llevaba 5 meses sin tratamiento. Los doctores estaban seguros de que a los 23 meses de nacida, las muestras de sangre mostrarían que la infección de VIH estaría fuera de control. Sin embargo, no se detectaron muestras de la infección del virus en su sangre. Casi un año después, la niña ya lleva más de 15 meses sin recibir tratamiento para el VIH y no hay señal del virus del VIH en su sangre. Se cree que este es el segundo caso confirmado en que una persona se cura del VIH.
El caso de esta bebé no nos da una muestra específica de cómo podemos curar a otras personas que padecen de una infección crónica por VIH. Cuando mucho, este caso nos permite ver con un poco más de claridad la diferencia entre un bebé infectado al nacer y un adulto con una infección crónica. Se cree que los medicamentos para el VIH administrados a las 31 horas de haber nacido, evitaron que el virus del VIH infectara ciertas células, llamadas “reservorios” de larga vida, lo cual habría provocado una infección crónica. Sin embargo, el caso de esta bebé sí nos ofrece una “prueba de concepto”; la infección crónica del VIH es el resultado de la infección de ciertas células de larga vida del sistema inmunológico, que puede durar varias décadas.
Este caso pudo haber sido trágico. Después de todo, ningún bebé nacido en los Estados Unidos debería de nacer con VIH ya que el tratamiento que se les da a las mamás infectadas elimina cualquier riesgo de infección con excepción de la transmisión vertical. Pero a pesar de la constante mala suerte de la bebé, la forma en que reaccionó al tratamiento que recibió a tiempo, solamente se puede describir como la mejor de las suertes. Unas horas más o tan solo unos minutos de retraso podrían haber cambiado las cosas y en lugar de la cura, el resultado habría sido una vida de infección crónica.
La buena noticia para la comunidad VIH, es que ahora los científicos están mucho más comprometidos que antes a identificar y a eliminar los “reservorios” latentes del VIH. Si ellos tienen éxito, existe la esperanza de que algún día podamos eliminar la infección del VIH en el cuerpo. Hasta entonces, los médicos y pacientes deberán de seguir con su compromiso de reducir la transmisión del VIH en la comunidad y de atender a los pacientes que viven con esta infección.
Para mayor información sobre servicios médicos para VIH, llame a AltaMed Medical Group, al 1-888-455-5540 o visítenos en nuestra clínica localizada en 5427 Whittier Blvd. Los Ángeles, CA 90022
A Report Of Hiv Cure From Croi 2013
At the 20th Conference on Retroviruses and Opportunistic Infections (CROI 2013 held this past March in Atlanta GA), the main headline was the cure of HIV observed in a child infected at birth. The child’s mother, who was HIV-infected, did not receive HIV treatment during her pregnancy. When she arrived at the hospital at 35 weeks of pregnancy, it was too late to administer antiretroviral drugs to the mother to protect the child. The child had evidence of infection confirmed on two blood tests, thirty hours after birth, and was subsequently started on HIV treatment, with the goal of maintaining lifelong treatment to prevent the complications of AIDS.
The child’s bad luck appeared to worsen at 18 months of age, when her caretaker stopped her HIV treatments. By the time the doctors were able to bring the child back in, more than 5 months off of treatment had transpired. The doctors expected that the child’s blood tests at 23 months of age would show evidence of severely uncontrolled HIV infection. What they found instead was that there was no measurable virus in the child’s blood. Nearly a year later, the child has now been off of HIV treatment for more than 15 months, still with no signs of HIV virus in the blood. This is believed to be the second confirmed case of HIV cure.
The infant’s case gives us no specific insight into how we can cure others with chronic HIV infection. If anything, the infant’s case illuminates the difference between an infant infected at birth and an adult with chronic infection. Presumably, the HIV medicines started at 31 hours of age prevented the virus in the child from infecting certain cells, termed the long-lived “reservoir”, which would have guaranteed chronic infection. However, the case of the infant does provide us a “proof of concept”; chronic HIV infection is a product of the HIV’s infection of specific long-living cells of the immune system, which can persist for decades.
The infant’s case could very well have been a tragic one. After all, no babies born in the United States should be born with HIV, as the treatment of infected moms all but eliminates the risk of vertical transmission. But despite the baby’s repeated bad luck, her response to early treatment can only be described as the best of luck. A delay of hours or even minutes could very well have been the difference between the child’s cure and a lifetime of chronic infection.
The good news for the rest of the HIV community is that scientists are committed now more than ever before to identifying and eliminating the latent “reservoir” of HIV. If they are successful, there is hope that we can someday eliminate HIV infection from the body. Until then, clinicians and patients must remain committed to reducing the transmission of HIV in the community and treating patients who are living with the infection.
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By Dr. Scott Kim