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¿Eres Auténtico?

Desde que nacemos crecemos con mensajes sobre lo que está bien y mal y nos enfocamos en responder a las expectativas de las otras personas para ser aceptados y encajar en la sociedad de la que somos parte. En la infancia, las expectativas de los padres y maestros. En la adolescencia, las expectativas de padres, maestros y en especial de los amigos, y en la adultez la de nuestros jefes, compañeros de trabajo, parejas, hijos y de la sociedad en general. Pero no solo nos preocupan las expectativas de los otros sino también las que tenemos sobre nosotros mismos.

Todos tenemos sueños de lo que queremos conseguir y trabajamos para lograrlos a veces con éxito y otras veces sin alanzarlo. Estos sueños pueden ser propios o prestados de los padres u otras personas que influyen en nuestra vida. Muchos siguen las carreras de sus padres o las que a sus padres les hubiese gustado seguir. Por ejemplo, conozco abogados que eligieron esa profesión siguiendo la expectativa de los padres y no lo que realmente ellos querían hacer. Después de recibirse se dan cuenta que abogacía no es lo que realmente querían hacer y empezaron a buscar otra carrera.

En el esfuerzo de ser queridos y aceptados muchas veces nos olvidamos de lo que es realmente importante para nosotros. En el esfuerzo de encajar en una sociedad que puede ser competitiva, nos olvidamos de nuestras prioridades. Y para defendernos del rechazo o posible rechazo, nos protegemos con una máscara, siendo de una manera que quizás no es realmente quienes somos. Para protegernos y ser aceptados puede ser que hagamos cosas y digamos cosas que agradan a los otros pero no necesariamente lo que estamos pensando o sintiendo. Necesitamos hacer eso para alcanzar nuestras metas en la universidad, el trabajo, etc.

Estoy trabajando con mi coach, ya que tengo un desafío de liderazgo este año, con la responsabilidad de guiar una asociación profesional con 22,000 miembros en 110 países. En mi trabajo con mi coach, desde el principio, mi coach me señaló que para ser exitoso lo único que tenía que hacer era “ser yo mismo”. Pero, ¿cómo aprendemos a ser nosotros mismos, a ser realmente auténticos? Nadie nos puede guiar a ser nosotros mismos. Lo tenemos que descubrir por nuestra propia cuenta. La respuesta está relacionada en ser honestos con nuestras creencias, con lo que consideramos qué es importante y cuál es la mejor opción para todas las decisiones que tenemos que hacer cada día de nuestra vida.

Cuando estamos preocupados en cómo nos van a ver, que van a decir de nosotros, cómo nos van a juzgar, puede ser que dejemos de ser auténticos para satisfacer las necesidades de los otros. No vivimos en islas y es esperable tener que negociar con colegas, familiares, amigos para llegar a acuerdos. Pero cuando consistentemente nos olvidamos de nosotros mismos y de nuestras prioridades, no estamos siendo auténticos. ¿Puedes identificar un área en tu vida en la que no te sientes auténtico? ¿Qué podrías hacer al respecto? Primero, pregúntate qué estás haciendo o no haciendo que no representa quién realmente eres tú. Decide qué quieres hacer al respecto. Ser auténtico a veces puede tener un precio pero siempre la recompensa de saber que estás actuando con integridad, siendo consistente entre lo que crees y haces. Esta consistencia e integridad está muy relacionada con la autenticidad.

El miedo al rechazo y a la pérdida pueden ser muy reales pero cuando somos auténticos y expresamos nuestras verdaderas creencias y vulnerabilidades, nos acercamos a las otras personas. Y no necesitamos ser perfectos. Cuando descubrimos que ser “perfectos” incluye nuestros errores, esto nos da libertad para tomar más riesgos. Cuando hablamos desde el corazón y compartimos lo que estamos pensando y sintiendo, con respeto a los otros y sin censura, hay más posibilidades que los otros se identifiquen con nuestros desafíos, nos respeten aún más y se acerquen a nosotros, reforzando nuestros vínculos.

Te invito a que consideres cuán auténtico eres en tu vida y qué necesitas hacer para sentirte cómodo con el nivel de autenticidad de tus comportamientos diarios.

Por: Dr. Damian Goldvarg