Por: Mostro Vacci
Comprendo que tú eres la que decide las reglas que debemos seguir, que las pones para poder seguirlas y hacer posible la convivencia y la armonía entre los seres humanos y que enforzarlas es algo crucial para mantener la paz y la armonía de la civilización. Sin esos parámetros, cada quien haría lo que le da la gana y al parecer el caos reinaría en la faz de la tierra. Sé que tus normas son bien intencionadas, como todo lo que causa controversia en una conversación, todo empezó con la intención de ayudar.
Toda la vida he escuchado tus normas y regulaciones que dictan los caminos que debo tomar en mi vida, desde los más sencillos como no poner los codos en la mesa hasta los que indican con quién me debo casar y lo que debo hacer en la cama. Las tengo memorizadas porque siempre han querido que las siga al pie de la letra para poder cumplir con tus estándares de lo que es aceptable, para no dar vergüenza y que no tengan que dar explicaciones a la gente de lo que soy y lo que no soy.
Gracias a tus estándares siempre me he sentido extraño y fuera de lugar. Siempre he comprendido que en realidad no pertenezco en ningún lado y que siempre, dondequiera que esté, voy a resaltar, ya sea por mi voz rara y estruendosa, mi forma de hablar diferente, el contenido de mis palabras o simplemente porque la naturaleza decidió hacerme alto y notable. Obviamente esas pueden ser características buenas o malas, ya que en realidad depende de la perspectiva con la que ves las cosas.
Discúlpame, querida sociedad, por ser raro. Por no tener dentro de mis opciones la habilidad para elegir ser común y corriente, ¿qué más hubiera deseado de niño ser normal y poder jugar con los otros niños sin miedo a que descubran que hay algo en mí que es distinto? Me hubiera gustado tener pensamientos de niño normal y hacer cosas normales. Hubiera dado lo que sea por no sobresalir entre las personas, en ese tiempo sólo quería desaparecer en la multitud.
Perdón por tener ideas extrañas sobre la vida y fantasías de ser un escritor famoso; por comprar hojas para poder llenar una carpeta saber siquiera que la escritura fluiría de mí como lava de un volcán en un torrente continuo que destruye todo vestigio de dolor y amargura de lo que toca; por tener una mente soñadora que iba más allá de contar chistes de Pepito como los demás niños; por tener un sentido del humor que hacía que otros no quisieran platicar conmigo por no entender muchas cosas que contaban.
Dispénsame por amar a Alfred Hitchcock desde la primera vez que vi Psicosis y por hacerla mi película favorida desde los siete años en vez de que fuera La Sirenita o El Rey León, por descubrir en los libros a Edgar Allan Poe y a Stephen King e identificarme con su oscuridad porque le daba sentido a la mía, por perderme en esos mundos lejanos de la literatura mientras soñaba con crear otros mundos donde yo no fuera el raro, donde hubiera gente tolerante que no me dijera de cosas ni me hiciera sentir mal por no ser “normal”.
Excusez-moi por decir las cosas que pasaban por mi mente, ahora comprendo que ni el mundo ni tú, sociedad están preparados para la verdad sin filtros. Eso me costó mucho trabajo aprender porque alguien me dijo la gran mentira de que ser honesto siempre es lo mejor y te trae grandes cosas a tu vida, cosas positivas y agradables cuando en realidad te trae el odio y el desprecio de muchos.
Mi scusi por atreverme a amar a alguien de mi mismo sexo y desafiar tus reglas. No era mi intención ir en tu contra, simplemente no puedo controlar eso, créeme que lo intenté, pero mi cuerpo y mi corazón desean lo que desean y no le hacen caso a mi cerebro que siempre me ha gritado que no está bien y que debería amar a lo que tú dices que debo amar sin cuestión alguna.
Sé indulgente conmigo y no me mires feo, siempre he querido ser buena persona y un buen miembro tuyo, pero algo en mí siempre se ha revelado y ha tenido la necesidad de aceptar abiertamente quién soy, esa parte de mí que vive aterrada por no ser lo que tú quieres que sea es la misma parte que se rehúsa a ser aplastada y sale. Es la parte de mí que tiene qué respirar y hace todo lo posible por ser liberada. No la puedo controlar.
No me juzgues tan severamente, sociedad, no soy un mal ser humano. Tengo miedos y necesidades como todos, tengo una gran capacidad de amar y unos valores muy arraigados que me ayudan a llevar una vida buena. Quizá tú no creas que soy un bien ejemplo, pero eso no lo hace menos válido: soy trabajador, honesto, inteligente y cariñoso. No mato a nadie ni ando buscando problemas, ayudo a los que puedo y trato de traerle positividad al mundo, ¿por qué no te dedicas mejor a juzgar a la gente con doble moral o a esas personas que causan daños a otros, a los que roban, matan o violan? ¿Acaso merecen más consideraciones que yo por ser heterosexuales o ser líderes religiosos o políticos? Al parecer, en tus ojos sí.
Porque a la hora de exigirme lo mismo que al resto de tus integrantes no tienes problema alguno, a la hora de cobrarme mis impuestos o de cualquier obligación social, ahí sí te conviene que sea un miembro activo, pero a la hora de tratarme como a todos los demás tu interés, mi adorada sociedad, disminuye bastante. Hay qué tener congruencia, querida, porque si no, eso es de la más despreciable hipocresía.
Recuerda que así como eres de dura para juzgarme a mí, otros son de duros para juzgarte a ti. Tú pondrás las reglas, pero yo como individuo decido si las sigo o si busco la forma de cambiarlas para hacer un mundo mejor.
Dejemos de ser doble cara, todos los seres humanos valemos lo mismo… aunque tú no lo veas así.
Saludos afectuosos y comparte… si te atreves…
Mostro.